No, definitivamente lo que los lectores polacos de 1985 tenían entre sus manos no era un western, aunque lo pareciera a ratos. Tampoco se trataba de novela negra, aún cuando al protagonista se lo ha tachado de «héroe chandleriano». Ni siquiera, y esto podía apreciarse ya en aquella primera entrega, se trataba de una «espada y brujería» al uso. Geralt, el wiedzmin, el brujo, no tenía mucho que ver con los hechiceros y guerreros howardianos, aunque compartiera con Conan un mismo desprecio por los dioses y una incredulidad manifiesta. Porque Geralt, el cazador de monstruos a sueldo, desplegaba una sensibilidad postmoderna sazonada con la más desaforada historia de aventuras, y todo ello escrito con un estilo poético y a la vez recio y elaborado. Gracias a esto, la saga de Geralt se convirtió primero en una serie de culto de la literatura fantástica centroeuropea (en especial en Polonia y en Chequia) y consiguió luego llegar a ser un verdadero best-seller en su país de origen, alcanzando reconocimientos literarios mucho más allá del círculo del fandom. La saga del brujo se extendió más tarde a una serie de cómics (dibujados por Boguslaw Polch, un conocido ilustrador polaco) y, hace pocos meses, a una versión cinematográfica de gran éxito comercial, preludio de una serie televisiva y, cómo no, hasta un juego de rol.
Andrzej Sapkowski parece, a primera vista, el autor menos indicado para crear un personaje del estilo de Geralt. Economista de los del socialismo real, trabajaba en una empresa estatal dedicada al comercio exterior en la ciudad polaca de Lodz (sede de la famosa escuela de cine donde estudiaron, entre otros, Krzysztof Kieslowski y Roman Polanski). Como afirma en alguna entrevista, Sapkowski nunca pensó en dedicarse a escribir, lo que queda sobradamente probado por el hecho de que su primer relato se publicara cuando tenía más de cuarenta años, aunque ya había realizado algunas traducciones de ciencia ficción norteamericana.
Cuenta la leyenda del
fandom polaco que, arreglando el desorden reinante en la habitación de su hijo, Sapkowski vio el anuncio de un concurso de cuentos en la revista
Fantastyka (hoy
Nowa Fantastyka, la decana de las publicaciones de ciencia ficción europeas orientales). Ni corto ni perezoso, Sapkowski pergeñó un relato sobre un brujo y lo envió al concurso. Hay que reseñar aquí que la palabra
wiedzmin, «brujo» en polaco, es un neologismo que no se usaba antes de Sapkowski. El hecho de que sólo se pudiera hablar de «bruja», en femenino, soliviantó un poco a nuestro autor, quien compuso una historia donde describía lo que había de ser un brujo masculino.
Pero para Sapkowski un brujo es algo muy especial. Se trata de un personaje entrenado desde niño por la cofradía de los
wiedzmines (los brujos) para acabar con los monstruos que existen por todo el planeta. Para ello se lo ha sometido a un entrenamiento especial, muy duro, durante el que muchos otros candidatos han muerto. Geralt de Rivia es, pues, un mutante dedicado a luchar contra basiliscos, dragones, vampiros, lamias y demás engendros nocturnos. Pero lo hace profesionalmente, vaga por pueblos y ciudades y se lo contrata para ello. A la hora de combatir monstruos, Geralt confía tanto en la magia rústica que le han enseñado como en su fuerza, su agudeza y, por supuesto, su espada.
Aunque el relato fue publicado en la revista, Sapkowski no ganó el primer premio del citado concurso. Su personaje, sin embargo, se convirtió rápidamente en un mito de la literatura fantástica polaca. El éxito animó al autor a seguir escribiendo y comenzó a desarrollar la saga del brujo, primero en varios relatos publicados en
Fantastyka (que darían lugar a los dos primeros volúmenes de la serie) y luego en cinco novelas, la última de las cuales apareció en 1999.
La crítica literaria «normal» comenzó a ocuparse del autor con la aparición de las primeras novelas. A las cifras de ventas, altísimas para una sociedad empobrecida, se sumaron traducciones a diversos idiomas. Algo que puede resultar interesante para el lector hispano es que, pese a ese reconocimiento de la crítica literaria oficial (por ejemplo, el Pasaporte de la muy influyente revista Polityka, algo así como un premio de la crítica), Sapkowski fue, y sigue siendo, un miembro activo del
fandom polaco. Partícipe en casi todas las convenciones desde hace muchos años, ganador de todos los premios del género en Polonia, articulista habitual de las revistas de fantasia y ciencia ficción, Andrzej Sapkowski es, además, un acérrimo defensor del
fandom. Los fans hablan a menudo de su accesibilidad, su trato afable y su disposición a colaborar con fanzines y revistas. No olvidemos que el género en Polonia, pese a los prejuicios con que es tratado, ha conseguido alcanzar un reconocimiento oficial envidiable; así, los libros de Stanislaw Lem son lectura obligatoria en la escuela; la novela experimental polaca por excelencia del período de entreguerras pertenecía al género (“Nienasicienie” de Stanislaw Witkiewicz) y otros importantes escritores de hoy día, además de Sapkowski, están relacionados bien con la fantasía sin atributos (Olga Tokarczuk) o bien con la pura ciencia ficción (como Rafal Ziemkiewicz, un periodista y político ultraderechista, afín al
fandom, que escribe sorprendentemente bien y publica en la misma colección que Sapkowski).
De esta forma, el
wiedzmin, desde su primera publicación hasta hoy, ha ido acompañando la transición de la sociedad polaca y de las sociedades europeas orientales en general desde el socialismo terminal hasta el capitalismo salvaje. Las preocupaciones de muchos antiguos habitantes del socialismo real se veían reflejadas en la trama, crítica contra los totalitarismos y desencantada con las supuestas bondades del libre mercado. La reflexión moral acompaña cada paso de la obra. Sapkowski muestra en ella toda la riqueza de posiciones posibles, se dan argumentos políticos, morales, sociales, ecológicos incluso, en contra o a favor de matar a los monstruos (y a los seres humanos); hay conspiraciones muy realistas y politiqueos bastante asquerosos; se desmenuza el fenómeno de la guerra, con todas sus miserias y sus presuntas grandezas. Y al mismo tiempo, y ésa es otra de las causas del éxito de la serie, Sapkowski ofrecía un mundo donde exiliarse y olvidar el gris de la vida cotidiana, un mundo lleno de aventura y heroísmo, pero también de estupideces y crueldades. «Como la vida misma», debieron de pensar los lectores polacos, postmodernizados de pronto por obra y gracia del fin del sistema.
SAPKOWSKI, EL BRUJO DE LAS PALABRAS
Lo más portentoso de la serie son, sin embargo, las tres grandes virtudes de Sapkowski como escritor, que resumiremos en tres: La primera es su increíble realismo y sentido común. Sus personajes, desde el campesino más secundario hasta la princesa coprotagonista, son de carne y hueso, reaccionan siempre como reaccionaríamos nosotros de estar en su pellejo, sus sufrimientos son reales y, creo que por primera vez desde
Tirante el Blanco, los caballeros comen, cagan, a veces son tontos y a veces inteligentes, follan, pero no siempre bien, las mujeres tienen la regla y hay bancos —dirigidos por gnomos— donde el brujo ingresa su paga. La diferencia con otras series estriba en que tales elementos no están metidos con calzador —como ocurre con la fantasía «feminista» norteamericana— ni se trata de libros eminentemente paródicos —como los del Mundodisco—, sino que todo lo expuesto es necesario para desarrollar la trama y, a veces, explicar los fallos y problemas de los protagonistas. Así, por ejemplo, una herida mal curada en la rodilla le supondrá a Geralt ser derrotado en más de una pelea durante los momentos cruciales de la historia.
La segunda virtud de Sapkowski es su increíble talento narrativo. Quien esto escribe ha leído pocas veces una historia contada con tal abundancia de recursos narrativos, el uso de tantas aproximaciones indirectas a los acontecimientos, de tantos personajes que en su debido momento cumplen la función que deben cumplir. En ciertos aspectos, la saga recuerda a
Manhattan Transfer de Dos Passos o
La colmena de Cela, con la diferencia de que Sapkowski utiliza los mismos recursos en capítulos de distinta longitud pero siempre manteniendo la unidad de lo narrado. De esta forma, consigue una aventura fascinante, capaz de enganchar al lector y mantenerlo siempre en vilo pero a la vez consiguiendo que éste no se sienta un idiota descerebrado, como en tanta épica dragonera de baratillo.
La tercera virtud es el lenguaje empleado por Sapkowski. Su estilo es refinado, poético, pero sucinto, siempre capaz de sorprender. En ocasiones posee la cadencia de un poema épico; en otras, desprende un erotismo delicado y vital. Lo más destacable, en mi opinión, es la utilización (y creación) de un lenguaje popular desplegado en unos diálogos increíblemente brillantes. Porque la saga tiene de todo —épica, humor, descripciones, romanticismo, parodia, referencias...—, pero su aspecto más caracterísitco es precisamente esa creación de un mundo a la vez exótico y extremadamente vulgar, cotidiano. Podemos afirmar que es el escritor polaco vivo que mejor ha sabido captar el lenguaje popular de su país, el habla de los montañeses de los Cárpatos y de los campesinos de Galitzia... ¡y se trata de un autor de literatura fantástica! Conforme avanza la serie, los diálogos van haciéndose mucho, muchísimo más complejos, con dialectos, arcaísmos y coloquialismos que son, además, específicos para cada personaje. De hecho, el éxito de Sapkowski en Polonia se debe en buena parte a los diálogos: Sapkowski intercala elementos vulgares de la vida cotidiana entre el exotismo —no del todo imaginario— de paisajes y descripciones. <>hobbits, por ejemplo) y el uso, casi siempre irónico, de los mitos célticos, incluyendo el del rey Arturo. Encontramos también en abundancia aspectos de la mitología eslava, algo que resultará muy exótico para los lectores foráneos, y también referencias a la historia y el pasado polacos, como la esporádica aparición del lenguaje oficial típico de la época comunista.
EL BRUJO Y TODO LO DEMÁS
La serie de Geralt de Rivia consta de siete volúmenes principales, aunque existen también una primera recopilación de algunos cuentos, publicada a principios de los noventa, y una antología de restos y versiones alternativas que apareció después de terminada la serie. La saga está compuesta por
El último deseo,
La espada del destino,
La sangre de los elfos,
Tiempo de odio,
Bautismo de fuego,
La torre de la golondrina y
La dama del lago. El primero es un volumen de relatos unidos por una historia que los conecta, aunque la relación entre las piezas no es del todo importante. Aún así, la propia historia de unión contiene algunas de las páginas más nostálgicas y hermosas escritas por Sapkowski. El volumen posee seis cuentos —incluyendo “El brujo”, el primero de la serie— que tienen un nivel altísimo, entre ellos “El mal menor”, una historia considerada como la mejor escrita por el autor. Pueblan el volumen vampiros, estriges, genios orientales, magos encerrados en sus torres y hasta un Diablo muy peculiar (teniendo en cuenta que Geralt afirma que, según los gruesos libros de los
wiedzmines, el Diablo no existe).
El segundo volumen es también una recopilación de cuentos donde la historia prosigue sin pausa hasta alcanzar un clímax que sin duda lanzará a quien lo lea a la búsqueda del siguiente. Si en el primer tomo habíamos visto cómo Geralt, al desencantar a un personaje, pedía el «derecho de la sorpresa» —que consistía en volver por el retoño del personaje años después y llevárselo—, en esta segunda parte descubriremos que dicho retoño es una princesa en cuyas manos, según algunas profecías, descansa el futuro (o la destrucción) del mundo. Todo ello está contado con el fondo apocalíptico de una guerra terrible.
A partir de este momento comienza la primera de las cinco novelas, las cuales narran la historia de la princesa y de Geralt, entremezclada con más guerras, conspiraciones de magos, hechiceros, políticos, espías y reyes de todo pelaje, vagabundeos gracias a los que conocemos casi cada rincón de este mundo y por fin, una catástrofe y una catarsis que suceden en una forma verdaderamente inesperada. Las cinco novelas están narradas cronológicamente (aunque a veces se hace un uso inteligente del
flashback), de forma que casi podrían publicarse en un solo volumen (eso sí, de más de dos mil páginas). Cada una de ellas, sin embargo, posee características especiales y un estilo propio, lo que hace que la serie no resulte monótona.
Además de la serie de Geralt, Sapkowski ha publicado gran cantidad de relatos de fantasía y terror, alguno de ciencia ficción y un libro de ensayo dedicado a los seres míticos creados por la literatura fantástica. Resulta curioso cómo muchos de sus cuentos reelaboran mitos y lugares comunes de la fantasía de todos los tiempos: así, “Los Músicos” (en este número) es un relato macabro de terror contemporáneo basado en el cuento folclórico de “Los músicos de Brema”; “Zlote popoludnie” (“El atardecer dorado”) recuenta la historia de
Alicia en el País de las Maravillas en un tono salvaje, mientras que “Maladie” —el relato preferido de Sapkowski— es una hermosa versión de los mitos artúricos. Su nueva novela
Narrenturm (
La torre de los locos), que supone el inicio de un nuevo ciclo, esta vez reducido a una trilogía, se ha publicado por estas fechas. Se trata de una fantasia histórica que al parecer profundiza en la mitología medieval.
El dominio casi absoluto e indiscutible de los mecanismos multinacionales norteamericanos está logrando que la literatura europea se torne más dispersa y regionalizada que nunca. Ni siquiera lo mejor de cada país consigue escapar de las fronteras nacionales. Así, obras imprescindibles como la de Sapkowski en Polonia o la de Kir Bulichov en Rusia, por poner sólo dos ejemplos muy conocidos en sus países, corren el peligro de pasar absolutamente desapercibidas, mientras nos vemos obligados a tragarnos la última estupidez perpetrada por el californiano de turno. Esperemos que este artículo, así como la próxima traducción al castellano del primer volumen de la serie de Geralt de Rivia, sirvan de mínima resistencia contra el diluvio proveniente del Imperio.
Texto obtenido de:
"http://www.gigamesh.com/criticalibros/andrzejsapkowski.html"